Mateo 26:39
“En seguida Jesús se fue un poco más adelante, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y oró diciendo: “Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.”
Cuando entregamos nuestro corazón a Jesús, inicia un proceso de cambio en nuestras vidas para sanarnos, restaurarnos, liberarnos para llegar a ser como Jesús. Sin embargo, esto toma su tiempo, es un proceso que requiere del resto de nuestra vida para crecer y llegar a tener un corazón conforme al corazón de Dios.
Sin embargo, estamos en este mundo, y aunque no somos de este mundo, tenemos una batalla constante con nosotros mismos, el mundo y el enemigo; y fácilmente podemos caer en apatía y rebeldía por lo duro que puedan ser los procesos de la vida. Existen tantas cosas a las que estamos expuestos que pueden hacer mella y alejarnos de nuestro Padre Eterno.
Jesús experimentó una batalla y un conflicto entre su voluntad y la voluntad del Padre y esta se dio en el Getsemaní; sin embargo, Jesús se rindió totalmente a la voluntad del Padre.
Un corazón rendido es un corazón entregado totalmente a nuestro Padre Celestial, y alcanzar esto, toma tiempo, pero el tiempo que tome depende de lo dispuestos que estemos en rendirnos a nuestro Dios.
Tener un corazón rendido a Dios conlleva el morir a uno mismo, y en ocasiones esto puede implicar sacrificio, pero también dicha y vida abundante; y tanto lo uno como lo otro, es bendición de Dios, aunque no lo comprendamos. Para obtener un corazón rendido a Dios es necesario buscar su rosto, tomar el tiempo necesario en su presencia para adorarlo, alabarlo y escucharlo; mientras que a la vez, El hace su perfecta obra en nuestros corazones.
Creo firmemente que la base para amar a Dios con todas nuestras fuerzas, mente, alma y corazón; y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, consiste en tener un CORAZÓN COMPLETAMENTE RENDIDO A DIOS.
Nuestro Padre Eterno nos ama, y nos ha dado todo, todo, todo para que prosperarnos; sin embargo, es necesario que rindamos totalmente nuestro corazón a Él; hasta entonces veremos resultados diferentes, conforme al corazón del Padre, en nuestras vidas, en quieres nos rodean y en las circunstancias.
La invitación está abierta, ¡ríndete!